domingo, 6 de diciembre de 2020

No es Kafka, es Mendoza

Desde mi mullido sillón celeste de pintas rojas, azules y amarillas, miro por la ventana sin cortinas el movimiento exterior. Los patios con olor a lluvia corren y se alejan; los vecinos, frescos y livianos desaparecen en el horizonte; las casas, como pupas emergiendo, mutan. Con fascinación noto cómo se elongan hacia el cielo, rígidas y brillantes, mientras los árboles adelgazan, se desecan y mueren para sostener unos extraños y oscuros hilos gruesos por los que mi trole avanza.

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