Una nube se expande mientras el almohadón se comprime de angustia por el peso del vestido floreado de mal gusto. El polvo aterriza suavemente sobre la dura y vieja alfombra celeste, que llora creyéndose devaluada por su edad. Sus lágrimas sucias recorren lentamente las insensibles baldosas, quitándoles brillo y petulancia. El viaje se detiene en el desagradable trapo con olor a lluvia y abandono, que es estrujado sobre el reluciente balde, el nuevo de la casa. Mezcladas en el recipiente, las partículas se preguntan sobre su próximo destino. ¿Será el aire? ¿Será la tierra? ¿Será la calle? Rezan por que no sea la calle.