Desde que empezó a importar cómo me vestía porque ya no lo hacía mi mamá, opté por ropa "aburrida". Siempre elegía remeras lisas, colores apagados. Los grises eran mis preferidos. Marrón claro, verde grisáceo, celeste, turquesa, verde, verde, verde. Llegó un punto en que toda mi ropa era verde o azul. Ya había cambiado del gris a algo un poco más colorido. Pero aun así. siempre me gustó que fuera simple, sin dibujos.
Cada tanto aparece una prenda que sale de la regla. Un rosado fuerte, una enorme flor, un buzo con todos los colores del arcoiris. Y esas prendas me alegran cuando el entorno no ayuda. Son una fuente de vida, de primavera eterna, que vive en mi ropero.
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