Una
mañana fresca, post lluvia torrencial. "Débiles!" resuena el eco del
norteño. Una mañana fresca. "A eso le decís fresco?" juzga un sureño por
lo bajo. Una mañana. Me quedo esperando uno segundos, a ver si algún
esquimal reacciona. Nada. Bien, como les decía, amanecí con ganas de un
tecito calentito, creyendo que sería un día normal. Sabía que había
reunión agendada, así que esperaba con ansias el momento de
presentación, discusión, opinión, cortes de conexión, que se te escucha
mal, apagá la cámara, prendé el micrófono, cambiemos de plataforma, pagá
internet, y aguantá que renuevo el mate. Lo que no me esperaba era la
avalancha de tareas que llegaron después. Solicitudes, gestiones, mail
que va, mail que viene, negociaciones, acuerdos, llamadas, audios,
escritos. Quedé exhausta. Cuando vi que era la hora oficial de cerrar la
oficina virtual, escapé deseperada, busqué refugio. Algo. Algo.
Necesito algo que me saque de este remolino! Encontré una rama, me
agarré, pero estaba suelta, y volví a caer. Seguía girando, la vista
cada vez más borrosa, cuando escucho a lo lejos una soga susurrando,
anunciando mi salvación. La tomé y mientras me acercaba a la orilla noté
que era algo más que hilos entrelazados.
viernes, 6 de noviembre de 2020
Una mañana a lo Ray
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