viernes, 6 de noviembre de 2020

Una mañana a lo Ray

Una mañana fresca, post lluvia torrencial. "Débiles!" resuena el eco del norteño. Una mañana fresca. "A eso le decís fresco?" juzga un sureño por lo bajo. Una mañana. Me quedo esperando uno segundos, a ver si algún esquimal reacciona. Nada. Bien, como les decía, amanecí con ganas de un tecito calentito, creyendo que sería un día normal. Sabía que había reunión agendada, así que esperaba con ansias el momento de presentación, discusión, opinión, cortes de conexión, que se te escucha mal, apagá la cámara, prendé el micrófono, cambiemos de plataforma, pagá internet, y aguantá que renuevo el mate. Lo que no me esperaba era la avalancha de tareas que llegaron después. Solicitudes, gestiones, mail que va, mail que viene, negociaciones, acuerdos, llamadas, audios, escritos. Quedé exhausta. Cuando vi que era la hora oficial de cerrar la oficina virtual, escapé deseperada, busqué refugio. Algo. Algo. Necesito algo que me saque de este remolino! Encontré una rama, me agarré, pero estaba suelta, y volví a caer. Seguía girando, la vista cada vez más borrosa, cuando escucho a lo lejos una soga susurrando, anunciando mi salvación. La tomé y mientras me acercaba a la orilla noté que era algo más que hilos entrelazados.

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